Hoy os vamos a hablar de un álbum ilustrado, El caballero Impetuoso (Le chevalier de Ventre-à-Terre), publicado por la Editorial Juventud. Su autor es el ilustrador francés Gilles Bachelet, que actualmente enseña ilustración y técnicas de edición en la Escuela Superior de Arte de Cambrai, Francia.
Gilles Bachelet ha recibido diferentes premios en su país, como el del Salón del Libro y de la Prensa para Jóvenes de Montreuil 2012 por La esposa del conejo blanco (Madame le Lapin blanc), y el Grande Ourse 2019, entre otros. En Italia recibió el premio Andersen 2016, otorgado por la revista italiana Andersen, por la obra que reseñamos hoy. Es un autor que maneja muy bien las referencias a cuentos clásicos, con un gran sentido del humor y una ironía estupenda.

¡No hay tiempo que perder! Tenéis que leerlo. El caballero Impetuoso es un libro muy divertido, con unos dibujos increibles y una historia muy simpática. A G. le encanta y confieso que a mí también.
¿Cuál es la historia? El caballero Impetuoso se despierta con la frase ‘¡No hay tiempo que perder!’ y se prepara para la batalla dispuesto a defender su parterre de fresas de su archienemigo el caballero del Cuerno Blando. Decidido, como corresponde a un buen caballero, no pierde un solo minuto, bueno, casi ninguno… Comienza el día ejercitándose, desayunando frugalmente y despidiendose de su familia. De manera rauda, se pone en marcha por un camino con alguna distracción sin importancia y se dirige al combate…

La narración nos permite asistir a dos aspectos muy distintos de la vida del caballero. Por una parte, nos presenta una secuencia de eventos hogareños cotidianos (con castillos que parecen de Lego y likes en papel). Por otra, presenciamos con detalle sus aventuras y actuación en el campo de batalla (la escena del combate del parterre de fresas es sencillamente hilarante).
El caballero Impetuoso se lee fácilmente, gracias a un texto corto y lleno de ironía que nos ofrece distintos niveles de lectura. El autor juega con los distintos puntos de vista en el texto y en la imagen, rica en detalles y guiños a la literatura infantil. El humor que recorre toda la obra comienza con el contraste entre el nombre y la naturaleza del protagonista, y continúa durante toda la narración.

La historia está llena de fantásticas contradicciones que permiten al lector perderse o no (según el día) y ayudan al lector adulto a jugar con el lector infantil por las muchas referencias metaliterarias que podeis encontrar. Puedes leerlo de carrerilla a carcajadas o quedarte página a página disfrutando de cada una de las referencias y distracciones en el camino del decidido caballero, que, al fin y al cabo, es una de las esencias en el conjunto del álbum.
Hay que destacar también que es un libro con un formato muy cuidado. Su portada y las guardas son estupendas para pasar un buen rato de observación, y su tamaño permite disfrutar de todos los detalles de las ilustraciones.

A mí particularmente me gusta que es un libro que permite al lector infantil releerlo, mientras crece, con nuevas interpretaciones. Me ha permitido ver la evolución de G. como lector ya que, al tener el texto mucha ironía (más difícil para los lectores más pequeños), al principio le llamaban más la atención las imágenes. Ahora, a medida que crece, es más consciente del humor y va fijándose en más detalles de los dibujos que antes no veía o no era capaz de relacionar con otras referencias, libros o dibujos.
Otro aspecto que me gusta mucho son las continuas referencias intertextuales en las ilustraciones. Este es un libro estupendo para interesarse tanto por otras lecturas (Los tres bandidos, Caperucita…) como por otras referencias culturales (cine, televisión, internet…).
Por último, hay una idea que recorre el álbum y que me parece un hilo conductor divertido, tierno y acertado: no siempre lo más importante que tenemos que hacer es lo que urgentemente nos proponemos como objetivo. Creo que los niños lo viven con más naturalidad (y creo que por eso se identifican plenamente con la actitud del caballero) pero en algún punto nosotros los adultos nos dejamos llevar por la vorágine… y no está de más recordárnoslo con humor.