Esta semana en Telar de Libros estrenamos sección. En Oficios del libro queremos acercaros más a distintas profesiones relacionadas con la edición de literatura infantil y juvenil, que muchas veces pasan desapercibidas.
Nuestra nueva colaboradora, Beatriz García Alcalde, traductora, entrevista en las dos próximas entradas a dos grandes de su sector, Pilar Ramírez Tello y Isabel Llasat Botija. Por sus manos pasan muchos de los libros que leen nuestros niños y jóvenes antes de llegar a las librerías.
Entrevista a Pilar Ramírez Tello
¿Cómo trabaja un traductor literario?
En primer lugar, somos trabajadores autónomos, no contratados. Es decir, la mayoría no trabajamos para una editorial en concreto, sino para varias, desde nuestra casa u oficina. Y, por cada libro que se traduce, se firma un contrato en el que se establecen la tarifa y las condiciones.
Una vez tengo el libro en mis manos (o en mi pantalla, porque en los últimos años lo más habitual es trabajar con un pdf), suelo investigar un poco sobre la persona que lo ha escrito, busco reseñas y leo bien la sinopsis. Si tengo tiempo y energía, primero leo el libro completo. Si no, me lanzo directamente a traducir. En casi todos los casos, creo un documento de Word para llevar un glosario de los términos que vayan saliendo y, así, poder consultarlos fácilmente y mantener la coherencia. Calculo el número de páginas mínimo que tengo que hacer al día para llegar a la fecha de entrega, dejando unos días para la revisión final y un pequeño margen para imprevistos (una visita al pediatra, un día que te pones mala, otro que hay que hacer papeleo, etcétera).
¿Cuánto se tarda de media en traducir una novela juvenil o un libro infantil?
El tiempo que tardas en hacer una traducción depende mucho del original. Ahora estoy con dos encargos: el de ciencia ficción tiene un estilo más sencillo, de frases cortas y neologismos (palabras inventadas) bastante fáciles, así que puedo hacer unas dieciséis páginas al día o más sin cansarme. Sin embargo, el de fantasía tiene un estilo más recargado, con frases más largas, términos más cultos y otros problemillas de traducción, así que unos días hago doce páginas y otros seis.
Y luego están las circunstancias excepcionales, como esos libros que tienen que salir en una fecha determinada y a toda prisa, y ahí, si aceptas, te puedes comer una novela de cuatrocientas páginas en un mes (si sobrevives). Me pasó con Sinsajo, pero entonces era más joven y aguantaba mejor esas palizas de trabajar. Luego están los libros ilustrados, por ejemplo, que tardas menos, claro, aunque algunos dan muchos más problemas de lo que parece a simple vista. Para esos, suelo calcular una semana, aunque hay casos y casos.

¿Qué diferencia la literatura infantil y /o juvenil de otros proyectos? ¿Cuáles son las principales dificultades?
Esta pregunta me la han hecho un par de veces y, la verdad, no tengo clara la respuesta. Como traductora, son un proyecto como cualquier otro, el sistema es el mismo. El texto te va llevando por donde tienes que ir. Es decir, si se trata de un libro infantil con un lenguaje muy sencillo, tu traducción tendrá un lenguaje muy sencillo. Si se trata de un juvenil en la época actual, tendrás que adecuarlo a la forma de hablar actual. Si se trata de una novela de fantasía, puede que el texto te pida usar términos más arcaizantes.
Porque esa es otra: la LIJ no es un conjunto homogéneo, sino que, dentro de ella, hay multitud de géneros y formatos. No es lo mismo un libro ilustrado para criaturas más pequeñas que un libro de corte realista, uno de terror u otro de divulgación, que también pueden estar orientados a edades distintas. Así que, depende del libro, las dificultades varían. En los de corte más infantil, lo más peliagudo suelen ser las rimas y los juegos de palabras, pero hay de todo.
A veces es más sencillo traducir un concepto con una palabra culta. ¿Eres partidaria de facilitar la lectura usando términos sencillos o crees que los difíciles son un camino para aprender la lengua?
Como digo, hay que hacer lo que te pida el libro. Si el libro usa un lenguaje sencillo, no puedes cambiarlo por otro más culto. Y viceversa. Así que, no, no soy partidaria de cambiar el registro. Ese no es mi trabajo, salvo que se trate de un encargo específico en el que sea eso lo que se busque (una adaptación de una obra clásica, por ejemplo). En los demás casos, mi trabajo consiste en plasmar lo que dice el original imitando su forma de decirlo.
¿Existe algún tipo de censura? ¿Te impone la editorial algunas pautas?
Normalmente, no. Las pautas son más bien de tipo ortotipográfico, porque cada editorial tiene su libro de estilo: unas quieren que tildes el «solo», otras que uses «quizá» y no «quizás»… Lo que sí suele pasar es que, tras pasar por la corrección, se localice alguna cosa que no funciona y que hay que cambiar. Lo de la censura solo me pasó una vez, hace muchos años, y no fue con una obra juvenil. Era una editorial muy especialita…
¿Qué proyecto te ha resultado más interesante desde el punto de vista traductor?
Pues con todos los proyectos aprendes algo. Por ejemplo, hace poco ha salido una de mis traducciones, Hija del Guardián del Fuego, de Angeline Boulley, y gracias a ella he aprendido muchas cosas sobre los pueblos nativos norteamericanos. Con Cuando ellas escribieron me pasó algo parecido, salvo que con las autoras del siglo XVIII al XX. Con ¡Hay un oso en mi silla!, de Ross Collins, me divertí muchísimo buscando rimas. Y con Cero, de Kathe Koja, pasé un buen mal rato intentando imitar su estilo, que era casi un monólogo interior. Como verás, ¡soy incapaz de elegir solo uno! Al final estableces una relación tan íntima con ellos que es como si te preguntaran a cuál de tus hijos quieres más.
Has traducido algunos best-sellers, ¿cómo te afecta a la hora de trabajar en un proyecto que una obra sea tan vendida? ¿Más tiempo y presupuesto?
No, qué va. El presupuesto es el mismo y el tiempo, pues al revés, tienes menos. Es decir, es poco habitual que la tarifa de una editorial (sobre todo grande) varíe. Si hay que trabajar más deprisa, en casos excepcionales puedes negociar una pequeña subida. Pero, aun así, como la tarifa es un adelanto sobre los derechos de autor (porque a los traductores se nos considera autores de la traducción), traducir un best-seller siempre es un regalo caído del cielo.
Cuéntanos más…
Cobramos una cantidad de dinero por página traducida y eso es lo que nos pagan cuando entregamos el libro. Después, cuando ese libro se pone a la venta, a nosotros nos corresponde un porcentaje de cada libro que se venda (suele rondar del 0,5 al 2% del precio). Sin embargo, eso solo se cobra cuando, al sumar todas las ventas, el porcentaje que te toca supera lo que ya te han pagado por el libro. Un ejemplo: si cobro 2000 euros por la traducción de un libro que se vende a 10 euros y del que me corresponde un 1% de derechos, no empezaré a cobrarlos hasta que se vendan 20.000 ejemplares. Todo esto quiere decir que muy pocas veces se cobran derechos de autor porque, por desgracia, no se venden tantos libros. Así que, cuando te toca un best-seller, ¡fiesta!
En cuanto al tiempo, si la editorial cree o sabe que un libro va a vender mucho o que hay mucha gente esperando su publicación, a veces procura que esa traducción salga a la vez que el original o muy poco después. Eso significa que los traductores tenemos que trabajar a toda prisa, a veces con un texto que todavía no es definitivo, para que se pueda hacer ese lanzamiento simultáneo. Así que, a más expectación, menos tiempo, normalmente.
De Los Juegos del Hambre hay versión cinematográfica. ¿Cómo es tu relación con la obra y con el traductor audiovisual?
En cuanto a la relación con los traductores audiovisuales, la verdad es que no hay mucha. Sé que la traductora de Los Juegos fue Eva Garcés porque en La Linterna del Traductor nos entrevistaron a las dos sobre este tema, pero poco más. Y la relación con la obra audiovisual es que, cuando dicen que van a sacar película o serie de un libro que has traducido, ¡te llevas un alegrón! Es como si el libro fuera tuyo.
Recomienda a los jóvenes lectores un proyecto que hayas traducido tú.
Pues recomiendo dos, por ejemplo. El primero, Hija del Guardián del Fuego, que ya he mencionado antes. Además de lo interesante que es el contexto indígena, la historia que cuenta es emocionante y está muy bien escrita. Y para los que busquen algo menos realista, la trilogía de El arco de la Guadaña, de Neal Shusterman, que empieza con Siega, es una pasada.
Recomienda a los jóvenes lectores un libro que haya traducido otro compañero.
Hace poco he leído El asombroso color del después, de Emily X. R. Pan, traducida por Teresa Lanero, y es una novela preciosa, pero preciosa de verdad, con una traducción a la altura.
Pilar Ramírez Tello es traductora de inglés a español especializada en narrativa juvenil, ciencia-ficción, fantasía y terror. Se dedica a la traducción a tiempo completo desde 2001, después de licenciarse en Traducción e Interpretación por la Universidad de Granada y hacer un máster en Literatura Comparada y Traducción en Binghamton University-SUNY (EE.UU.). Ha traducido más de cien libros para editoriales como Nocturna, RBA, Penguin Random House o La biblioteca de Carfax, entre ellos la trilogía de Los Juegos del Hambre, de Suzanne Collins, y la serie de Divergente, de Veronica Roth. Fue elegida por Pórtico como representante española para el premio a mejor traductor de la European Science Fiction Society en los años 2016 y 2020, y ganó en esta segunda ocasión. Podéis encontrarla en Twitter (@pramireztello) o en su página web.
Beatriz García Alcalde es traductora y aficionada a la literatura.