Hay libros tan grandes
que contienen habitaciones
llenas de soledad perpleja ante la furia.

Libros
que convierten la pena en océanos
de profundidades insondables
donde refugiarse y desaparecer.

Son libros
que no necesitan más
que trece-por-quince-centímetros
y cuarenta y nueve palabras
(sin contar con el poema)
para agarrarnos por dentro y decirnos:
Calma
