Este verano la hemos liado parda: dos familias, cuatro niños y diez días por Selva Negra en autocaravana. En la serie de tres posts que comienza esta semana te lo contamos (casi) todo para que puedas organizar tu propia ruta en Selva Negra, copies vilmente lo que más nos gustó y esquives nuestras meteduras de pata.
- Selva Negra: algunos apuntes literarios
- Nuestra ruta de una semana y pico en Selva Negra (parte 1)
- Nuestra ruta de una semana y pico en Selva Negra (parte 2)
- Diez consejos para viajar por primera vez en autocaravana con niños por Selva Negra
Selva Negra: algunos apuntes literarios
Hace tiempo que en casa hablamos de explorar esa esquina sur de Alemania, en los límites con Francia y Suiza.
También nos llama la atención su nombre: ni es una selva, ni es negra. Selva Negra (Schwarzwald en alemán) ya era reconocida con el oscuro apelativo por los romanos. Se refirieron a este territorio como «Marciana Silva» o «Populus Nigra», tal vez abrumados por la densidad de la floresta, que no deja pasar la luz, o tal vez por las hojas verde oscuro de sus imponentes abetos.
Nada más cierto: en cualquier momento uno espera encontrarse con el Lobo y Caperucita detrás de un árbol o cruzarse con un grupo de animales camino de Bremen. Especialmente en días lluviosos se vuelve más negra… ¿vivirá en aquella casa la bruja malvada de Hansel y Gretel?

La Selva Negra y los bosques alemanes se popularizaron no sólo en los Cuentos de hadas de los hermanos Grimm (1857), sino en gran parte de la literatura, música y pintura del Romanticismo. El Romanticismo vino a enriquecer el aura tenebrosa, hostil y oscura de la Selva Negra. Ésta fue utilizada como un símbolo de identidad nacional por unos (frente al parque francés representó una clara oposición cultural desde el siglo XIX, utilizada incluso con motivos políticos patrióticos), mientras que para otros era fuente de conexión con lo más profundo de uno mismo.
Un árbol dice: mi fuerza es la confianza. No sé nada de mis padres, no sé nada de los miles de retoños que todos los años provienen de mí. Vivo, hasta el fin, el secreto de mi semilla, no tengo otra preocupación. Confío en que Dios está en mí. Confío en que mi tarea es sagrada. Y vivo de esta confianza.
El caminante (1920), Hermann Hesse
Cuando estamos tristes y apenas podemos soportar la vida, un árbol puede hablarnos así: ¡estate quieto! ¡estate quieto! ¡contémplame! Estás triste porque tu camino te aparta de la madre y de la patria. Pero cada paso y cada día te acerca más a la madre. La patria no está aquí ni allí. La patria está en tu interior, o en ninguna parte.
Este es un bello extracto del libro de Hermann Hesse (1877-1962) El caminante (1920). El Premio Nóbel nació en la ciudad de Calw, al norte de Selva Negra, y es en aquellos bosques donde pasará su juventud y tomará inspiración para textos como el arriba citado. Sin duda, cuando A. sea adolescente, dejaré como por casualidad olvidadas en la mesilla de noche obras como Siddharta (1922) o El lobo Estepario (1928) esperando que la curiosidad haga su trabajo y los devore. Y puestos a soñar, repetiremos la visita a Calw para conocer el hogar del autor (esta vez llegamos cuando el Museo de Hermann Hesse había cerrado sus puertas).
Precisamente allí, en la ciudad de Calw, comenzará nuestra ruta en autocaravana por los densos bosques, ciudades medievales y lagos de origen glaciar de Selva Negra.
No te pierdas nuestros próximos posts con los detalles de nuestra ruta de una semana (y pico) en Selva Negra y diez consejos para viajar por primera vez en autocaravana con niños en Selva Negra.